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ENCONTRANDO LA ATLANTIDA

 

En 1990 fuí invitado a hacer una exposición en España en el contexto de las celebraciones del quinto centenario del 'descubrimiento' de América de 1992 (puntualmente retitulado el 'encuentro'). Esto me condujo a desarrollar un tema AMERICA/ATLANTIDA — al cual me habia acercado alguna vez pero sin haber podido conseguir el enfoque que deseaba. Puesto que la segunda interpretación de América al alcanzar la Corte española era que habían encontrado de hecho la Atlantida perdida, me parecía la oportunidad perfecta para emprender una exploración visual de distintos aspectos de la gran leyenda, y verla de nuevo en el contexto de estas celebraciones ligando los continentes viejos y nuevos.

Atlantida es el más durable y popular de los grandes mitos que nos han llegado de la antigüedad. Es también uno de los grandes mitos del Diluvio, común a tantas religiones del mundo. Del Popol-Vuh a la Biblia aparecen y reaparecen como metáfora de caída y redención. Atlantida es un mito clásico del diluvio, pero con una diferencia importante. No hay un Noé. Ningún sobreviviente. Ningún testigo. Ningun informe de primera mano. Atlantida fue inventada por Platón, y aparece en dos de sus diálogos, Timaios y Critias.

Platón dice que oyó hablar de la Atlantida por su bisabuelo, que oyó hablar de ella por un pariente el suyo, Solon, que había oido de ella por los sacerdotes en sus recorridos en Egipto. Pero por qué esta historia en particular se convierte en uno de los grandes mitos de todos los tiempos? Por qué los Griegos cultivaron esta historia? Cuál era su atracción para ellos y por qué Platón estuvo tan interesado en él? Podría ser que la historia de Atlantida fue utilizada por Platón para demostrar que una sociedad tal como él había propuesto en su República era no solamente plausible, sino posiblemente había existido antiguamente en su Atlantida. Esto, por supuesto, le daría un origen creíble.

Para sus contemporáneos tenía una atracción distinta. Estaba de moda en ese entonces para los ciudadanos griegos ricos viajar a Egipto, en donde se maravillarían con el esplendor y la antigüedad de sus monumentos. Los egipcios, habitando un país mucho más pobre que Grecia, insistían en recordarles que Egipto tenía una historia que venía desde su creación; mientras que no existió ningún seña de culturas griegas antiguas. Y no solamente eso, sino que el arte griego y su cultura fueron derivados directamente de las glorias de Egipto. Esto seguramente no caía nada bien a los Griegos. Hay que imaginar, entonces, la atracción del Alantida de Platon que demostró una gran cultura Griega, auto-engendrada, que prosperó unos mil años antes de Egipto, mostrando claramente que la cultura griega no debió nada a Egipto. Ahora sabemos que es algo típico de la política cultural - una nación que inventa y re-inventa sus orígenes, sus ascendencias, y las jerarquías que van con ella. Este proceso ha sido, y sigue siendo, práctica común.

Tomemos por ejemplo un acontecimiento reciente en México. La minúscula isla de Mexcaltitlán en una laguna en las orillas de Nayarit, en el noroeste de México, era el objeto de una visita presidencial; una ocasión del estado. El inico aspecto notable de esta isla es su particular configuración - calles concéntricas atravesadas por cuatro avenidas perpendiculares. Los aficionados locales habían comparado esta configuración con los primeros mapas de la gran ciudad Azteca de Tenochíitlan, encontrando semejanzas y correspondencias extrañas entre las dos. Esto los condujo a la idea que esta pequeña isla debe haber sido Aztlan, el hogar mítico de los Aztecas. El asunto ganó tal credibilidad, que en 1989 el presidente de México visitó la pequeña isla y la designó monumento nacional, declarandola por decreto oficial, Aztlan, origen y cuña de México y de la Mexicanidad. Con este acto en efecto se inventa una nación: México pre-hispanico la cuál nunca existió. Una pequena maniobra de la doctrina Destino Manifiesto, legitimizando así la ascendencia del México moderno sobre el territorio actual que antes estaba compuesto por varias naciones, diversas culturas e idiomas. Vemos otra vez el mismo síndrome de la Atlantida funcionando. Los países, las naciones y los imperios suelen inventar y reinventar sus orígenes, su memoria nacional y su identidad para satisfacer sus propias necesidades.

Por supuesto Mexcaltitlán no había escapado ser designado como candidato a la ubicación de la Atlantida. Cada tantos años se propone una nueva localización de la Atlantida y esto llega ser la noticia del día. Santini, las Azores, Bermudas, el estrecho de Gibraltar, son otras propuestas. América ha sido un gran candidato, y a partir del 1492 ha sido tema de una intensa especulación . Sabemos que las primeras crónicas enviadas a Europa por los sacerdotes españoles representando e interpretando su encuentro con el Mundo Nuevo concluyeron que habían encontrado el paraíso. Un Edén. Colon creyó que el Orinoco debía ser el cuarto río del Edén. La fauna y la flora desconocida y exótica que florecieron todo el año en una primavera eterna tenía que ser el Jardín del Edén. Entre varias pruebas dadas estaba la observación curiosa de que se habían encontrado pájaros extraños (loros) que imitaban el hablar de los hombres. Era bien sabido que en el Edén, antes del pecado original -la caída del hombre- los animales tenían la facultad de hablar. La siguiente interpretación del Mundo Nuevo que llego a Europa era que América era la Atlantida perdida descrita por Platón. Fray Bartolome de las Casas escribió un capítulo entero que corroboraba esto, y otros informes lo confirmaron. Colon había aterrizado en una ciudad en la costa de Panama llamada Atlán. Atlán significa "sobre el agua'. Es extraño cuánto más cercano viene en sonido y el significado a Atlantida y Atlantico que el supuesto origen griego 'Atlas'. La tercera y ultima interpretación de América vino vía Amerigo Vespucci que señalo que de hecho era un continente cuya existencia había sido desconocida en Europa.

Atlantida es entonces, como todos los grandes mitos, una metáfora. Cada uno de nosotros encontrará en él un significado que despierte y alimente nuestra imaginación. Enterrado en alguna parte en Atlantis esta nuestro propio Jardín de las Delicias, nuestra Tierra del Lotus, Arcadia, Shangri-La, Jauja, El Dorado, Xanadu, Limbo. Es nuestro sueño despierta, quimera, fuego fatuo. Nuestro canto de las sirenas. Un mirage mental de nuestra añoranza. Un imagen que revela el sentido de maravilla cósmica que perdimos cuando dejamos a la niñez.

Brian Nissen